Sunday, January 20, 2008

Don Javier

Mi abuelo Don Javier hizo las veces de un amoroso padre; me llevaba siempre en su trucka verde y orgulloso mostró mil veces mis gorditos cachetes de chakal bebé a todo el que se topaba en nuestro camino. Me enseño malas palabras y los momentos donde emplearlas. Mi abuelo murió cuando yo era muy pequeño y el todavía era muy joven (50). Existen mil historias sobre las aventuras de mi abuelo, siempre las guardo en mi alma.

Después de sepultarlo viajamos a la casa en donde se crió, en el estado de puebla. Sus hermanos y su madre estaban todos ahí reunidos. Generalmente no guardo en la memoria mis días, pero recuerdo aquél muy bien. Era una mañana muy soleada, aturdida por el ruido de los pájaros que brincaban dentro de viejas jaulas colocadas en aquellas paredes frias, a las que pareciera jamás haberles tocado la luz del sol, y que ofrecieron siempre un oasis de sombra helada en medio de aquél desertico pueblo.

Esa mañana no me sentía bien y nadie me explicaba por qué mi abuelo no estaba con nosotros, quizá era muy pequeño para comprender pero me parecía injusto no saber qué sucedía; todo el mundo evitaba dar explicaciones. Lloré por mi abuelo y me levanté de la mesa para dirigirme al cuarto que estaba a unos pasos del comedor, su puerta estaba formada por cientos de cuentas que colgaban del marco y por el ruido era fácil advertir si alguien entraba o salía. Llorando me tendí en la cama, haciendo un berrinche de niño quizá, pero solamente escurrieron algunas lagrimas antes de que, entre la puerta, apareciera mi abuelo y se sentara a mi lado. Sentí paz y él tocó mi frente mientras me decia que no debía llorar porque el estaba ahí, conmigo. Luego se fue.
Inmediatamente corrí al comedor a decirles a todos que el abuelo había vuelto, pero pronto se tomaron la molestia de explicarme que habia muerto.


Nunca creí en fantasmas, prefiero pensar que mi abuelo sólo quiso decirme que estaría junto a mí toda la vida.