Sunday, August 03, 2008

DESCANSO DOMINICAL

Los fines de semana acostumbro desayunar en un vivero, la comida es muy barata y guarda un sabor a campo que me acerca recuerdos y sabores que probé alguna vez en alguna vida. Me gusta sentarme tras un gran anafre y disfrutar del café endulzado en canela y piloncillo mientras ojeo el Newsweek y echo un vistazo al Forbes. No quiero presumir una especie de santuario quesadillero o un oasis entre las sucias calles y la tan peculiar gente de esta ciudad, pero este lugar tiene un toque mágico, difícil de soslayar. Así, cada mañana de un fin de semana pido mi café y como quesadillita tras quesadillita, son muy pequeñas. En medio de tanta vegetación, olor a pino y el humo de la salsa frita en el comal a carbón, me siento feliz.